Nació destinado a lustrar zapatos, vender maníes o robar a los distraídos. De niño, lo llamaban Ninguem: nadie, ninguno. Hijo de madre viuda, jugaba al fútbol con sus muchos hermanos en los arenales de los suburbios., desde el amanecer hasta la noche.
Llegó a las canchas corriendo como sólo puede correr alguien que huye de la policía o de la miseria que le muerde los talones. Y así, disparando en zigzag, fue campeón de Europa a los veinte años. Entonces lo llamaron La Pantera.
En el mundial del 66, sus zancadas dejaron un tendal de adversarios por el suelo y sus goles, desde ángulos imposibles, desataron ovaciones de nunca acabar.
Fue un africano de Mozambique el mejor jugador de toda la historia de Portugal. Eusebio: altas piernas, brazos caídos, mirada triste.
Llegó a las canchas corriendo como sólo puede correr alguien que huye de la policía o de la miseria que le muerde los talones. Y así, disparando en zigzag, fue campeón de Europa a los veinte años. Entonces lo llamaron La Pantera.
En el mundial del 66, sus zancadas dejaron un tendal de adversarios por el suelo y sus goles, desde ángulos imposibles, desataron ovaciones de nunca acabar.
Fue un africano de Mozambique el mejor jugador de toda la historia de Portugal. Eusebio: altas piernas, brazos caídos, mirada triste.
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